lunes, 12 de agosto de 2013

escapando de un laberinto


Estoy tratando de descansar de una jornada larga, una jornada cansada en lo físico, espiritual, emocional, todas esas cosas que en una semana pueden pasar pero hoy dicidi vivirlas en este comienzo.  Cerré mis ojos y recorrió en mi mente una canción antigua que no percibo recordar.  De esas canciones que escuchaba mientras limpiábamos la casa los sábados.  La rutina de un sábado en los noventas.  De esas canciones que al entrar en un nuevo siglo enterramos en una caja de zapatos, que quedo envuelta en un polvo llamado olvido.  No consigo entender porque esta en mi mente.  Cuestiono el porque traigo cosas del pasado a este presente que ya tiene suficiente con las demandas diarias.  Iré a mi interior a quemar el pasado que busca revivir.  Pero encuentro mi interior, caliente como un fuego.  ¿Como quemo fuego con fuego?  Un fuego que debilita mi exterior.  En el cual siento todo mi cuerpo frío como un hielo.  Queriendo temblar por afuera pero no pudiendo por este calor interior que no alcanzo a explicar.  Puedo echarle la culpa a los diez días de enfermedad que llevo.  Pero no cualquiera, si no de esas que te hacen aislarte y darte por vencido.  Ese virus que no encuentras de donde surgió.  Que tienes que recorrer días dolorosos en tu pasado para combatirlos.  De ese virus que leí que no trae nada bueno.  Que un error, un detalle, enferma la mente, el cuerpo y el espíritu.  Me recuerdo de la frase de una canción: “Mis pies cansados, seguir no puedo, el viaje es largo, lleno de enredos.  Así es la vida, es lo que dicen, mi sacrificio en vano lo hice.”  Pero, me suena muy dramático esa conclusión de que “seguir ya no puedo”, de que “mis sacrificio, en vano lo hice”

Hoy me preguntaron si tenia la voluntad de levantarte.  Pero dentro de mi, mas que la voluntad,  esta el deber de levantarme.  Preguntemonos así.  ¿Porque quedarnos estancados?  ¿Porque enredarnos en un mundo de tristezas, culpas, decepciones, remordimientos y desilusiones? Mejor vayamos a la roca.  Corramos a ese escudo que quiere protegernos.  Humillemonos a nuestro Dios quien no ha dejado de llamarnos que regresemos a casa.  Donde encuentro refugio, esperanza, paz, amor y libertad.  Es tiempo de buscar en nuestro interior lleno de suciedad y manchado de hipocresía esa luz que hizo brillar todo nuestro interior.   Es hora de alimentar esa llama de esperanza que alumbra todo, mi vida y mi alrededor.  Sonrío al recordar esa esperanza, al encontrar poco a poco esa fuerza que Papá Dios me da cuando corro a El.  Hay veces que solo basta con correr y correr a El.  Esconderte en esa roca que da calor, donde brota un manantial de agua fresca, donde hay firmeza para ponerse de pie y luchar.  Esa roca es Cristo.  Mi roca es Cristo.  Hoy, me levanto lleno de vigor, listo para ganar esta batalla porque mi autor me ha levantado con su mano y me ha puesto en la salida de este laberinto.